LA JOYA ESCONDIDA (*)
El título trae el recuerdo, a quienes tengan cierta
familiaridad con los textos evangélicos, de una de las más célebres parábolas
de Jesús, la del tesoro escondido en el campo y la perla preciosa. Pero no es
ese el referente de nuestro tema. Hace alusión, más bien y simplemente, a algún
tesoro que permanece cuidadosamente, incluso, diríamos, celosamente reservado,
fuera del fácil acceso para el público en general. Y no es algo que se tiene
oculto por un prurito de celosa propiedad, sino, sencillamente, porque su
conocimiento no se halla al alcance de la gente. Sólo quienes se adentran en el
ámbito donde el tesoro permanece pueden conocer y contemplar (porque este
tesoro es más bien un 'objeto de contemplación' que una alharaca altisonante o
parte de una secreta parafernalia). No hay tal complicación. Es una realidad que
las personas que pueden entrar en un determinado recinto (que ya de por sí es
algo excepcional) encuentran perfecta y sencillamente accesible.

Monasterio de Santa Mª del Parral visto desde Segovia
Pero, a todo esto, ¿de qué estamos tratando? ¿Cuál es o
dónde se encuentra esa joya, si no está tan escondida?. Muy sencillo. Nos
referimos a un monasterio, un espléndido monasterio, de los más insignes que
hay en España: Santa María del Parral, situado en la misma ciudad de Segovia,
en su cinturón exterior a las murallas que todavía en gran parte circundan la
monumental ciudad. Mas al reparar en la identidad de este lugar de cualidades
singulares, al que ya dedicamos tres ocasiones anteriores, al rememorar lo que ahora pretendemos glosar echamos de ver que
más que encabezar este escrito con el término 'joya' debemos decir 'joyero' o
'joyel', porque. no la joya, sino en plural, las joyas escondidas se
encuentran en el recinto de este monasterio, en espacios diferentes y, de
manera destacada, en su capilla interior, de la que sólo 'disfrutan' los miembros
de la comunidad jerónima y los escasos huéspedes que los acompañamos en su diaria
jornada.
Joyel o joyero, exquisito estuche de joyas múltiples constituye
el monasterio segoviano. Entrar, como espacio más destacado para inspirar esa
imagen en la preciosa capilla interior, situada en el claustro grande, es una
experiencia de singular valor.
Capilla interior. Cabecera
Pies de la capilla interior
La capilla es muy espaciosa y cuenta, como elementos
fundamentales con el altar y la sillería, ésta de total sencillez y
funcionalidad, dividida en dos espacios, el destinado a los monjes y el resto,
en el que nos ubicamos los huéspedes o visitantes que acuden a la
celebración del Oficio de las Horas o la Eucaristía. Hay
a los pies dos como arcosolios de arquitectura mudéjar, arcos ojivales con
gruesa bordura de ladrillo rojo. En su interior se hallan situados dos órganos
pequeños, que cumplen la función de armonizar el rezo, siempre cantado, del
Oficio Divino. En el centro se hallan tres sillas, la del Prior y una a cada
lado. Delante de ellas hay un sillón sobre tarima, para el que preside la
celebración eucarística, con otros a cada lado. En un lateral, bajo el triple
ventanal doble, de trazado ojival, se sitúa el ambón o atril, en el que se
proclama la palabra de Dios. hasta aquí los elementos de un mobiliario básico,
necesario en toda capilla de un recinto monástico donde se realiza la vida
litúrgica de la comunidad.

Capilla interior: Crucifijo que la preside (s.XVI)
Como es lógico, la capilla se halla presidida por un
valioso Crucificado de estilo sobriamente renacentista, con
la imagen de Cristo muerto en posición muy vertical, sin 'descolgamiento', y la cabeza levemente inclinada hacia
delante. Bajo esta imagen, el sagrario; pero éste entra ya en el carácter de
joya, la más excelsa de las que pueblan la capilla.
Porque, nos preguntamos: ¿qué es lo que confiere a este recinto monacal la
condición que hemos calificado de 'joyero'? Sin más preámbulos, se debe a la
infinidad de preciosos objetos y detalles, muchos de pequeño tamaño, que cubren paredes o
descansan sobre mesas, consolas (ya éstas, por su belleza antigua, son
calificables como joyas), en las diversas dependencias del monasterio. Este
singular fenómeno se debe a una circunstancia histórica respecto a la ilustre
Orden de San Jerónimo, que habita el recinto monacal, aunque no es su
propietaria, pues el monumento histórico-artístico pertenece al Patrimonio del
Estado desde la restauración de la
Orden a comienzos del pasado siglo.
Entremos en detalle. Sin extendernos
en aspectos históricos, que han sido expuestos en otros 'capítulos' de este
blogg, digamos que desde la 'resurrección' y expansión en España de la Orden jerónima, por obra del
beato Manuel de la Sagrada Familia
y la ilustre abadesa, madre Cristina de Arteaga y Falguera, la rama masculina
de aquella logró establecer comunidades en tres antiguos monasterios que fueron
de la misma Orden: El Parral, en Segovia; Yuste, en Cáceres, Santiponce, en
Sevilla y, como nuevo, Javea, en Valencia. La escasez de vocaciones ha obligado
a ir reduciendo presencia, y actualmente sólo permanece en el emblemático
monasterio del Parral una reducida comunidad, en gran parte con miembros de
precaria salud (sólo en el año en curso de 2017, han fallecido dos monjes, uno
de ellos, fray Ignacio de Madrid, figura de histórica relevancia en el moderno
periodo de la Orden.
Valiosa imagen de San Jerónimo penitente, que procede del monasterio de Yuste
Es, precisamente, debido a esta
reducción de recintos, con el traslado de los bienes que se podían transportar
al monasterio del Parral lo que ido reuniendo en el mismo multitud de imágenes,
pinturas y los más diversos objetos, todos ellos de una belleza notable, y
ha dado lugar a que en el Parral se muestren muchas de tales joyas, que
convierten al monasterio en un auténtico joyero, pero oculto, escondido para la
mayoría de quienes no se encuentran en el recinto monacal, pues la visita
turística se limita al gran vestíbulo de entrada y pequeño claustro
subsiguiente.
Capilla interior: Bajorrelieve en óvalo y dos iconos
Pero, vayamos al 'meollo' de nuestro
objetivo: El joyero contiene el mayor número de preciosos objetos en la capilla
interior, en la que se desarrolla, como hemos dicho, la actividad litúrgica de
la comunidad jerónima. Con el transcurso del tiempo, en sucesivas estancia
hemos podido observar cómo han ido aumentando las más variados figuras, desde
imágenes de tamaña poco menor del natural hasta iconos, candelabros, pinturas,
medallones con imaginería tallada (tal vez procedentes de antiguos retablos
desaparecidos) y un largo etcétera que no precisamos para no incurrir en
reiteración.
Capilla interior: Indicación del lugar como coro
El resultado es que a la primitiva desnudez de las pareces ha
sucedido una gran profusión de objetos que no tiene sólo un carácter de adorno
decorativo: los hay que cumplen una función. como, por ejemplo, los apliques de
madera dorada, que en su parte superior representan cabezas de águila y tienen
soporte para dos velas, ambos tienen una leyenda en su cuerpo central que
indica: "Hic est chorus"
(Este es el coro). Tales apliques figuran efectivamente, a cada lado de la
capilla, por encima de la sillería que cubre la casi totalidad del espacio. Es
sólo un ejemplo entre los muy variados objetos.
Capilla interior: el ambón
Capilla interior: Lugar de la Biblia
Otro elemento que destaca por
su belleza es el ambón desde el que se proclama la palabra de Dios, tanto en la
eucaristía como en las lecturas breves del Oficio de las Horas, Está
habitualmente cubierto por un paño de hombros que varias según el color del
Oficio litúrgico que corresponda. A su lado figura una mesa también cubierta
con paño de damasco sobre la cual, en un atril, se encuentra colocada una
Biblia abierta; por detrás rodean ese reducido espacio pequeños cuadritos de
marco de plata y lo flanquean dos candelabros que se encienden en las
celebraciones.
Capilla interior: Imágenes de Santa Paula y San Jerónimo
La capilla está iluminada por focos
eléctricos de tipo led y por una gran lámpara de sencilla forma que cuelga del
centro del artesonado. Pero, además, durante el día, la luz del exterior
penetra por tres ventanales de forma ojival, los dos laterales de dos vanos y
el central de tres. Delante de éste figura una imagen de Santa Paula, la eminente
discípula de San Jerónimo, promotora de comunidades monásticas femeninas en
Belén y su entorno, donde residía el santo exegeta, que en sus últimos años,
tras su estancia en Roma como secretario del papa San Dámaso, practicaba allí también
vida monacal de estilo casi eremítico (así lo ha representado la abundante
iconografía dedicada a este santo, aunque añadiendo siempre la vestimenta
escarlata de cardenal, cargo que no existía entonces). Del propio San Jerónimo
se encuentra una espléndida imagen, semidespojado de tal indumentaria, al lado
derecho del Crucificado que preside la capilla en una amplia y poco honda
hornacina de fondo cubierto con damasco de color rojizo. Y a la izquierda del
mismo Cristo, en una pequeña hornacina de madera tallada, se encuentra la insigne
y antigua imagen de la Virgen
del Parral, una pequeña figura románica de Virgen sedente, con Niño Salvador en
sus rodillas. Es una valiosa talla de rasgos un tanto inexpresivos, aunque
serena y apacible.
Santa María del Parral, titular del monasterio (s. XIII)
Esta imagen es la que se veneraba en una ermita exterior a
Segovia, en plena Edad Media, bajo una frondosa parra que, según el P.
Sigüenza, gran historiado de la Orden
Jerónima, daba "huvas
harto sabrosas", de las que él cogió varios años. La ermita y todo su
entorno, propiedad del cabildo catedral de la ciudad, se compró por deseo de
Enrique IV, entonces todavía príncipe heredero de Juan II, para construir en
ese extenso terreno el monasterio que recibió el título de la Imagen. Y ante ella, con resto
de la capilla a oscuras, se canta, en su latina versión gregoriana, la Salve con la que culmina el
Oficio de Completas.
El altar es una pieza pétrea de gran
tamaño, exenta, y se cubre con los manteles que exige la liturgia del día,
sobre los cuales se coloca un gran paño de tejido adamascado. Bajo la meritoria
imagen de Cristo se encuentra el Sagrario, una estructura constituido
por una hermosa pieza de orfebrería barroca sobre pedestal, que tiene a cada
lado unos jarrones dorados, también de vistosa orfebrería.
Capilla interior; Sagrario flanqueado por jarrones de orfebrería
En las
celebraciones se encienden los gruesos cirios colocados en candelabros de pie,
dos a cada lado del altar y otros dos ante las imágenes de la Virgen y San Jerónimo.
Flores ante la Virgen del Parral y macizo floral en el jardín
El
adorno floral es generoso, como puede apreciarse en la fotografía del ambón, y llega a la exuberancia en los días festivos, con
jarrones delante del altar y ante las imágenes principales. como la de de la Virgen titular. Para ello cuentan en el
gran jardín-huerta del monasterio con extensas masas de las más diversas flores
que aportan su colorida belleza al conjunto y a los adornos de la capilla y la
iglesia mayor, donde también se colocan para la misa solemne de domingos y
festividades, jarrones que se trasladan después a la capilla interior y que de
igual modo se colocan ante la bellísima imagen mariana que luce en un rincón
del claustro, cerca del refectorio y ante las sencillas losas que cubren las
actuales sepulturas de los monjes, sin epitafio ni nombre alguno.
Pequeña capilla colgada en un rincón del claustro e imagen de la Virgen, adornada de plantas
Mas no sólo en la referida capilla
interior encontramos detalles preciosos. Otras dependencias del cenobio lucen
objetos de fina belleza. Salas de reuniones, locutorios e incluso un espacio
tan secundario como es reducido vestíbulo que da acceso a una sala y donde se
halla la puerta del ascensor que conduce a los pisos superiores, se encuentran
adornados con cuadritos y relieves, así como muebles antiguos, tal vez
procedentes de algún regalo familiar.
"Reliquias-joya" en una dependencia
Así como el largo pasillo de la
hospedería, en la 2ª planta, se adereza con muebles, arcones y objetos diversos,
alguno de originalidad tan singular como una pequeña vitrina en cuyo interior
se ha reproducido una ingeniosa cueva de Belén, de rocalla, donde hace su
ejercicio de penitencia un San Jerónimo, ante el Crucifijo y la calavera. La
cavidad se ilumina con luz de anclaje invisible. El pequeño, digamos, relicario
iconográfico es de una lindeza y perfección tal en todos sus detalles que
cautiva la atención del que pasa por delante e invita a la contemplación del
memorable santo eremita.
Pequeña gruta con San Jerónimo
Y, con referencia a este exquisito
detalle, hay que reseñar que en el diverso y variado conjunto de elementos llamemos
'devocionales' que se encuentran en todo el monasterio, la imagen del Santo
Patrono de la Orden
se lleva la primacía de una manera casi abrumadora: Pequeñas capillas
iluminadas por claustros y estancias, así como imágenes exentas del más vario
tamaño y figuración encontramos en todas y cada una de las dependencias, sacras
y de uso digamos 'doméstico', del monasterio segoviano, con una notoria
diferencia respecto a monasterios de otras órdenes. Si acaso, podríamos
mencionar la cierta profusión de imágenes de San Benito y Santo Domingo de
Silos en el monasterio que lleva el nombre del último, su refundador ilustre,
mas sin llegar a la abundancia de la imaginería jeronimiana que hallamos en el
Parral.
Sala de reuniones, que preside un Crucifijo del s. XIV, e Inmaculada en el rincón
En conclusión, este venerable recinto
monacal reúne tal cúmulo de excelencias del más diverso carácter, tal como
glosamos en pasadas entradas de este blogg el pasado año, a las que hemos
querido añadir estos comentario de tan singular cualidad como implica su
cuidado y bellísimo exorno con infinidad de preciosos detalles ornamentales; un
tal conjunto de cualidades, que no agobian sino que hacen más grata la estancia
del huésped. A ello debemos añadir la excepcional predominancia del silencio
como rasgo ambiental. Todo lo cual hace del monasterio de Santa María del
Parral lugar idóneo, como pocos, para vivir una estimulante y regeneradora
experiencia de hondo recogimiento y contemplación. Una auténtica gracia de
Dios.
(*) La abundancia de fotografías es una breve selección para testimoniar lo que narra el texto.